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Cada 12 de diciembre miles de peregrinos yucatecos emprenden una travesía de fe y devoción hacía la Basílica de Guadalupe en la Ciudad de México. A lo largo del tiempo, la presencia de los peninsulares ha aumentado, reforzando un vínculo entre esta región del sureste y la capital guadalupana.
Es un viaje largo y en muchos casos hasta desafiante. Muchos yucatecos recorren cientos de kilómetros a pie, en bicicleta o en transporte público, lo que proyecta su gran devoción a la “Morenita del Tepeyac”. Una de las paradas más icónicas es la tradicional visita a la Basílica, donde se reúnen junto a millones de personas para participar en las “mañanitas”, misas y otros actos religiosos en honor a la Virgen de Guadalupe.
La comunidad yucateca no solo llega a la Basílica como feligreses, sino que son partícipes de los preparativos y eventos. Hay grupos que organizan caravanas y actividades, y los yucatecos que residen en la Ciudad de México ofrecen apoyo logístico y emocional a los peregrinos que llegan desde lejos. Esta solidaridad entre peninsulares refuerza los vínculos de hermandad y fe que los unen en esta celebración.
La experiencia de los yucatecos en la Basílica es profunda y emocional. Al llegar al recinto, muchos de ellos llevan ofrendas como flores, veladoras y artículos religiosos. Este viaje para los peregrinos de Yucatán significa más que un acto de fe, es una tradición cultural y familiar que se transmite de generación en generación, esto mantiene viva la devoción hacia “La Guadalupana” en el corazón de la península.