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El fallecimiento de monseñor Álvaro García Aguilar, acaecido este lunes 24 de noviembre en Mérida a los 92 años de edad, ha generado una profunda expresión de respeto y gratitud entre la comunidad católica yucateca. Su vida sacerdotal, iniciada en 1956 tras su ordenación, dejó una huella imborrable en varias generaciones de fieles, seminaristas y familias que encontraron en él a un guía cercano, firme y profundamente humano. Nacido en Mérida en 1933, dedicó más de seis décadas a una labor pastoral ejemplar que lo llevó a servir en diversas parroquias del estado, desde Tekax y Progreso hasta Tizimín e Itzimná, siempre con un estilo caracterizado por la sencillez, la empatía y el compromiso social.
Uno de los capítulos más significativos de su misión fue la construcción y consolidación de la parroquia María Inmaculada, en el fraccionamiento Campestre, donde permaneció como primer párroco desde finales de los años setenta hasta 2015. Ahí formó una comunidad sólida, impulsó el grupo apostólico Rocamar y promovió activamente las vocaciones sacerdotales, logrando que una veintena de jóvenes emprendieran ese camino. Su labor educativa también destacó, al ser fundador del Instituto Patria y rector de la Universidad Patria, proyectos desde los cuales impulsó valores humanos y formación integral.
Hombre de profunda fe y visión comunitaria, monseñor García Aguilar también participó en iniciativas para mejorar las condiciones de los sacerdotes, promovió obras sociales y colaboró en la construcción de nuevas capillas. Su cuerpo es velado en la parroquia María Inmaculada, donde este martes se oficiará la misa de cuerpo presente antes de su traslado al Mausoleo del Clero del Cementerio General. La comunidad se despide de un pastor que, más allá de los templos que ayudó a levantar, edificó vidas, sembró esperanza y dejó un legado que permanecerá en el corazón de Mérida.


